Charles Tilly, en los dos capítulos seleccionados, ataques dispersos y negociaciones rotas, extraídos de su obra “Violencia Colectiva” toma en consideración una serie hechos históricos como la Semana Trágica de Barcelona de 1909, la revuelta de Tiananmen de 1989, la rebelión británica del Capitán Swing, y localiza las causas comunes de esos acontecimientos en la violencia colectiva que permiten entrever la diversidad de sus manifestaciones. Se trata de una obra, donde Tilly intenta hacernos entender cómo se producen los actos de violencia colectiva y cómo han respondido a ellos a través de las políticas públicas, pues sólo conociendo y comprendiendo los mecanismos que generan y promueven la violencia colectiva podremos intentar desactivarlos.
A través de un método comparativo y relacional, a caballo entre la historia y la sociología, analiza los desencadenantes, actores, contextos en los que se producen situaciones de violencia colectiva. Tily trata de identificar los factores más habituales en estas situaciones pues defiende la existencia de leyes (oportunismo, negociaciones rotas, coordinación) que explican que una situación, en principio, no violenta torna a una situación de violencia colectiva. Trata de situar los tipos de violencia colectiva en relación con los procesos sociales que la generan, y no con las motivaciones y las emociones que pasan por la cabeza de los violentos que la generan.
Frente a las definiciones minimalistas (que designan como violento cualquier uso ilegal de la fuerza física) o maximalistas (que declaran violenta cualquier acción limitadora de los derechos individuales o colectivos), Tilly opta por la vía intermedia para la caracterización de la violencia, sin entrar en el espinoso debate del concepto de terrorismo. Es de destacar que Tilly considera que la mayor parte de la violencia colectiva brota de acciones que no son intrínsecamente violentas, como en el caso paradigmático de las manifestaciones. Otra característica destacada, es la extensa implicación en la violencia de los agentes represivos del Estado, como policías y soldados, hasta el punto de hacerlos responsables históricos de la mayor parte de los actos de esta naturaleza.
Según Tilly, los ataques dispersos son una forma de violencia colectiva que se manifiesta cuando en el curso de una interacción bien extendida, de pequeña escala y generalmente no violenta, un cierto número de participantes responde a los obstáculos, los desafíos o las restricciones con actos que provocan daños; entre los ejemplos están el sabotaje, los ataques clandestinos esporádicos a objetos o lugares simbólicos, el asalto a los agentes del gobierno y los ataques incendiarios. Estos ataques dispersos se caracterizan por una baja centralidad de las interacciones violentas, y cuyos protagonistas se movilizan a través de redes pasivas: “comunicación de carácter instantáneo entre individuos atomizados que se establece por el reconocimiento tácito de una identidad común y que está medida por el espacio”. Como ejemplo de este tipo de comunicación, Tilly al describir la rebelión británica del Capitán Swing señala que el sistema de comunicación entre los rebeldes era el siguiente: un hombre de una parroquia caminaban hasta la parroquia de al lado, reclutaban a un grupo de seguidores y, a continuación, presentaban sus reivindicaciones en esa segunda parroquia. Acabado el trabajo, el grupo se desplazaba a una tercera parroquia y la mayoría de los hombres de la primera parroquia regresaban a sus casas.
Los ataques dispersos se concentran en los regímenes no democráticos. Eso es así porque las partes cuentan con menos alternativas y menos aliados potenciales que en los regímenes democráticos, pero ¿por qué se producen estos ataques dispersos? Según Tilly hay una serie factores que favorecen su aparición:
- Cuando existen dudas, titubeos o divisiones visibles dentro de las autoridades represivas.
- Cuando se produce la intervención defensiva de aliados poderosos.
- Cuando las fuerzas de represión realizan ataques directos a las personas, objetos y actividades en que se sustenta la supervivencia colectiva de una población.
- Cuando la capacidad de un régimen está en proceso de rápido cambio, sea para incrementarse o para decrecer. Un rápido aumento de la capacidad suele amenazar la supervivencia grupal, dado que los gobiernos empiezan a interferir en áreas que previamente gozaban de una autonomía protegida. Los estados que se movilizan para la guerra suelen encontrarse justamente con este tipo de resistencia. Los descensos rápidos de capacidad son señal de vulnerabilidad de las autoridades a formas de resistencia que previamente no habrían tenido ninguna esperanza. Los estados vencidos suelen enfrentarse a este tipo de resistencia al acabarse la guerra.
Tilly sostiene que, por lo general, los ataques dispersos son contenidos por las autoridades del régimen y segmentados. No obstante es posible esperar que la relevancia y la coordinación aumenten y, por lo tanto, los ataques dispersos se transformen en oportunismo o en destrucción coordinada cuando los especialistas en la violencia se incorporan a las acciones de una u otra parte. Como ocurrió en la plaza de Tiananmen el 13 de mayo. A la inversa es de esperar que las negociaciones rotas y la destrucción coordinada propicien o se transformen en ataques dispersos cuando los emprendedores políticos y/o los especialistas en la violencia se retiran de la acción.
Tilly señala que en las negociaciones rotas una proporción significativa de la violencia pública se presenta, de hecho, en el curso de procesos sociales organizados que, en sí mismos, no son intrínsecamente violentos (peticiones, los escarnios, las manifestaciones, las votaciones, los boicots, la creación de asociaciones de intereses especiales y la emisión de comunicados públicos).
Las negociaciones rotas, se diferencia de los ataques dispersos, en que las primeras dependen de unos niveles de coordinación significativamente más elevados. También se diferencia de la destrucción coordinada. En las negociaciones rotas las interacciones no violentas ocupan una parte mucho mayor del proceso social. En general, los participantes en las negociaciones rotas se hallan en mitad de un intercambio no violento relativamente organizado que genera violencia colectiva como producto colateral.
En general, los regímenes democráticos están más dispuestos a tolerar ese tipo de reivindicaciones que sus vecinos no democráticos. Así y todo, incluso en los regímenes democráticos todas esas formas de reivindicación colectivas generan de vez en cuando violencia de carácter abierto. Eso sucede por tres razones principales:
1. Todos los regímenes conceden a determinados agentes (policía, ejército, caiques, bandas, sheriffs y demás) el poder de monitorizar, contener y, en ocasiones, reprimir las reivindicaciones colectivas. En una secuencia que resulta habitual, los reivindicadotes desafían a los agentes represores, ocupan instalaciones prohibidas, atacan de manera simbólica objetos cargados de significado o secuestran propiedades; después, los agentes responden con la fuerza. Dado que es frecuente que se den diversas variantes de esa secuencia, cuando los agentes represores están próximos, son estos los que provocan de hecho la mayor parte de las muertes y heridos que se producen en la violencia pública.
2. La reivindicación colectiva suele ser concerniente a temas que separan profundamente a los reivindicadotes del régimen, de los grupos de poder aliados con dicho régimen o de los grupos rivales. Ej. las campañas para detener guerras en curso.
3. En los regímenes relativamente democráticos, una proporción importante de las acciones colectivas se centran, no en programas específicos, sino en reivindicaciones identitarias: la reafirmación pública del valor, la unidad, el número y el compromiso en ingles (WUNC) de un grupo o del sector del electorado que este representa. Las reafirmaciones de WUNC incluyen marchas, manifestaciones, concentraciones masivas, la ocupación de plantas o de edificios públicos. Todas esas características sirven a veces de estímulo para contraactuaciones por parte de los oponentes, de los objetos de las reivindicaciones o de las autoridades, y el resultado es la violencia pública.
Tilly sostiene que el paso de las negociaciones rotas a la destrucción coordinada puede ser consecuencia de los mecanismos causales que aparecen en el conjunto vinculado a la activación; estos incrementan la relevancia del hecho de provocar daños en todas las interacciones mediante la activación de las líneas divisorias, los relatos y las relaciones disponibles. El incremento de lo que las partes se juegan en el conflicto, el aumento de la incertidumbre respecto al lado opuesto de la divisoria y la entrada en acción de especialistas en la violencia propician todos ellos la activación.
Si podría criticar que Tilly se aproxima tenuemente a los argumentos del marxismo, que siempre han otorgado importancia a la articulación política del descontento social, y considerado al Estado como coacción organizada, y que, por tanto, su estudio pone demasiado énfasis en el factor Estado como agente represor que genera la violencia colectiva, en lugar de considerarlo como un factor más. Asimismo, su teoría no explica aquellas situaciones de violencia colectiva que se producen sin una actuación represiva del régimen.
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