Los especialistas en movimientos sociales han examinado las estructuras políticas para comprobar de qué manera incentivan la formación de estos movimientos sociales. Análisis que han sido desarrollados desde una perspectiva estática o dinámica. Tarrow opta por la perspectiva dinámica y afirma que la movilización social varía a medida que lo hacen las oportunidades que el sistema ofrece para la acción colectiva, a medida que surgen o desaparecen nuevos aliados, cambian las alineaciones políticas y las élites cierran filas o se fragmentan.
Cuando Tarrow habla de “oportunidad política” se refiere a señales continuas percibidas por los agentes sociales o políticos que les animan o desaniman a utilizar los recursos con los que cuentan para crear movimientos sociales. Así, los procesos de oportunidad política permiten a los disconformes débiles o, incluso desorganizados, aprovecharse de las oportunidades creadas por los demás para organizarse contra oponentes poderosos. Por el contrario, a medida que la banda de oportunidades se estrecha, incluso los grupos más poderosos se debilitan, y los movimientos se ven forzados a alterar sus formas de actuación y sus estrategias.
Según Tarrow existen cuatro factores o señales que animan la movilización social:
1. El acceso político curvilineal de los agentes sociales, es decir, sistemas políticos que entremezclan factores de apertura y de cierre de las posibilidades de participar de los agentes sociales.
2. Gobiernos inestables o de coalición que lleva a las elites a buscar aliados de fuera del mundo de la política.
3. La existencia de aliados influyentes.
4. Las disensiones en el seno de las elites.
A su vez, Tarrow señala que una vez que la acción colectiva es llevada a cabo en un sistema concreto, por parte de un grupo específico, y para el logro de un objetivo definido, el choque entre el grupo y sus antagonistas crea patrones de acción colectiva que generan oportunidades para el propio grupo, para otros grupos distintos e incluso para los oponentes cuando actúan de forma imprudente y para las élites políticas que los utilizan para alcanzar sus objetivos.
En la actualidad existe un cuestionamiento a esta teoría de Tarrow que se centra en la dicotomía convencional entre sociedad y Estado, y las nuevas teorías analizan la relación de los movimientos sociales con tres fenómenos: el aumento de ideologías participativas, la utilización creciente de formas no institucionales de participación política y la politización de temas tradicionalmente considerados como temas morales o económicos.
Además, en la actualidad, la base social de los nuevos movimientos sociales ya no son los obreros sino una nueva clase media que generan nuevos valores y formas de organización y de acción, al identificar nuevas formas de agresión pública que sobrepasan las relaciones de producción, y ni siquiera son específicas de ellas, como son la guerra, la contaminación, el aborto, el racismo; y al abogar por un nuevo paradigma social, menos basado en la riqueza y en el bienestar material.
Cómo se explica que en la sociedad española actual, con casi cinco millones de personas desempleadas, una situación crítica de las economías domésticas, con la morosidad disparada y la dificultad para llegar a fin de mes en términos históricos, donde existe un gobierno débil o de coalición, unas organizaciones sindicales muy bien estructuradas y una ostensible disensión entre las élites políticas, no exista un mayor movimiento social de protesta. Es decir, dándose los cuatro factores que, según Tarrow, animan la movilización social, existe paz social.
Sin embargo, la politización de la vida social, de asuntos ajenos a las relaciones laborales, como la guerra o el aborto, si genera movilización social.
La respuesta la podemos encontrar en que las organizaciones sindicales y empresariales apuestan por el diálogo social. Ambos interlocutores aluden a su responsabilidad para justificar su apelación al diálogo en lugar de la confrontación. Pero hay otras causas menos plausibles. Sindicatos y patronal se reparten unos ingresos nada desdeñables en subvenciones oficiales por participar en órganos consultivos del Ministerio de Trabajo, es decir, por el llamado diálogo social, un diálogo muy rentable.
En consecuencia, en España, en la actualidad, las oportunidades que el sistema ofrece para la acción colectiva no varían aunque surjan aliados, cambien las alineaciones políticas o las élites se fragmenten, y todo ello a pesar de que se den los cuatro factores que, según Tarrow, animan la movilización social. Así, en el ámbito laboral y económico los agentes sociales (sindicatos y patronal) se encargan de mantener, a un buen precio, la paz social, sin alterar, lo más mínimo, las prioridades de las élites políticas; y en el ámbito social las élites políticas, ejerciendo de tribuno del pueblo, politizan la vida social, y sirviéndose de asociaciones de ciudadanos, movilizan a la sociedad para alcanzar sus objetivos.
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